jueves, 23 de octubre de 2014

Renga



Un renga-kasen de Matsuo Bashô

Este renga-kasen fue realizado en 1690.
En él participaron Bashô, Kyorai, Boncho y Shiho: en este mismo orden alternaron sus versos.
La versión inglesa aparece en Haiku, de R.H. Blyth (Vol. I).
Aunque en su obra Blyth aclara algunos pasajes que resultan confusos, también la oscuridad puede ser disfrutada: todo está en que seamos capaces de inventarnos historias para hilvanar las secuencias o, todavía mejor, asumir el deleite de sus incertidumbres.



HATSUSHIGURE
PRIMERA LLUVIA INVERNAL


Su plumaje
bruñe el milano.
Primera lluvia invernal.
-Bashô

Una racha de viento
sobre las quietas hojas.
-Kyorai

Muy de mañana,
con el calzón mojado
cruza el río.
-Boncho

Un arco de bambú
que espanta los tejones.
-Shiho

Cubre la hiedra
las tablas del portón
bajo la luna.
-Bashô

No comparte con nadie
las afamadas peras.
-Kyorai

Con trazo suelto
los esbozos a tinta.
Se va el otoño.
-Boncho

Ah, qué comodidad,
estas medias tejidas.
-Shiho

Reina la paz
en todos los contornos.
Ni una palabra.
-Bashô

La aldea. A mediodía
soplan el caracol.
-Kyorai

Deshilachada
estera de dormir.
Ya tiene un año.
-Boncho

Los pétalos del loto
cayendo de uno en uno.
-Shiho

Las escudillas
llenas con sopa de algas.
¡Vaya exitazo!
-Bashô

Siete millas o más
aún faltan de camino.
-Kyorai

También esta primavera,
el criado de Rodo
firme en su puesto.
-Boncho

Cortando los injertos
bajo brumosa luna.
-Shiho

Junto a la artesa
de piedra ya musgosa,
cerezo en flor.
-Bashô

Desvanecida al fin
la ira de la mañana.
-Kyorai

Una comida,
pero engulle la cuota
de un par de días.
-Boncho

Claro que va a nevar:
viento norte en las islas.
-Shiho

Cuando oscurece
se va al templo en la cima:
prende un candil.
-Bashô

El cuco compartiendo
con todos su canción.
-Kyorai

Ha enflaquecido
tanto que ya no logra
salir del lecho.
-Boncho

Tirando del carruaje
que le prestó el vecino.
-Shiho

Deja a su galán
en el seto de abrojos,
y también sufre.
-Bashô

Le devuelve la espada:
es hora de partir.
-Kyorai

Con desespero,
desenreda sus trenzas:
qué enmarañadas.
-Boncho

Así se ve: frenética,
incubando delirios.
-Shiho

Cielo sin nubes.
Aún al amanecer,
lívida luna.
-Bashô

Lago Biwa en otoño:
helado el monte Hira.
-Kyorai

La puerta rústica:
al alforfón robado
dedica un waka.
-Boncho

Vestido de algodón
en la tarde ventosa.
-Shiho

Duerme con otros,
Y luego deja atrás
el hospedaje.
-Bashô

El cielo rojo aún:
rugidos de las nubes.
-Kyorai

En el taller,
monturas de caballo.
Cerezo en flor.
-Boncho

Entre las hojas mustias
del níspero, los brotes.
-Shiho


Renga de Matsuo Bashô y sus discípulos




Pintura de Koson Ohara (1877-1945)



Primera lluvia invernal (1)

Disfrutemos estas glosas a propósito de renku-kasen Hatsushigure –Primera lluvia invernal-. Las escribió R.H. Blyth, el más eminente estudioso del haiku en Occidente quien, a propósito de esta obra, dijo:

Creo que muy pocos le hallarán ni pies de cabeza a este enrevesado poema; es mucho peor que los libros proféticos de Blake. Sin embargo, debe ser recordado que cuatro seres vivientes se sentaron una vez para componer este poema, y que uno de ellos, el más grande poeta que ha producido Japón, estaba en su plena madurez. Vale la pena intentar vislumbrar lo que ocurría en sus mentes cuando hicieron esta sucesión de estrofas. Es como un rollo pintado que se despliega, lentamente, ante nosotros. No se presume que lo veamos completo sino en nuestra mente, como un registro cambiante de escenarios y estados de ánimo. Cada estrofa se relaciona con la precedente y la que le sigue, pero no con aquellas que están más alejadas. Vayamos, estrofa por estrofa, explicando las oscuridades y resaltando la asociación de ideas.

Hokku:
Invierno

Sus plumas
acicala el milano.
Primera lluvia invernal.

El énfasis recae en las plumas más que en el ave, que las ordena ya que están húmedas por la lluvia.

No.2
Invierno

Una racha de viento
sobre las quietas hojas.

Este verso llena el escenario tras el milano, el cual es bien nítido. En este sentido, el verso precede al hokku en tiempo.

No. 3
No estacional

Muy de mañana,
con el calzón mojado
cruza el río.

Hemos visto un bosque, y en una de sus ramas desnudas un solitario milano se ha posado bajo la lluvia. Ahora se dibuja la silueta de un hombre en el cuadro. Al lugareño se le ve vadeando el río, indiferente a que se le humedezcan los calzones en tan temprana hora de la mañana. Gramaticalmente, este verso es incompleto y nos conduce a un cambio de asunto, o a un nuevo aspecto del que le precedió.
El agua helada del río chorrea a través de la página.

No. 4
No estacional

Un arco de bambú
que espanta los  tejones.

A menudo, se colgaba un arco cerca de los bosquecillos, al borde de los cultivos, para espantar a los tejones, ciervos y osos salvajes. Este arco era una especie de espantapájaros (por supuesto, una superstición producto de la mente de los campesinos). El arco está colgado cerca del río que el humilde campesino está cruzando.

No. 5
Otoño

Cubre la hiedra
las tablas del portón
bajo la luna.

El mairado es un tipo de puerta con numerosas piezas pequeñas de madera entrecruzadas, clavadas sobre tablones. Al final del campo donde el arco espanta-tejones está colgado, hay una mansión. La hiedra se arrastra en torno al portón, y la luna se inclina sobre él. Algunos piensan que se trata de la entrada de un templo en la montaña.

No. 6
Otoño

No comparte con  nadie
las afamadas peras.

Este verso parece una referencia a un pasaje de Tsurezuregusa, Sección II, de Kenkó (1283-1350).
En esa obra, el autor cuenta su llegada a una solitaria y silenciosa ermita que le pareció admirable hasta que vio una cerca alzada en torno a los naranjos, palpable evidencia de que quien allí vivía aún albergaba egoísmo y codicia en su corazón.

Primera lluvia invernal (2)

No. 7
Otoño

Con trazo suelto
los esbozos a tinta.
Se va el otoño.

Retrato de la vida de un ermitaño que pinta lo que le gusta, como le gusta.
El no dar las peras es evidentemente debido a que vive lejos de la humanidad, y el significado es, por consiguiente, diferente al de la anécdota en el Tsurezuregusa.

No. 8
Invierno

Ah, qué comodidad,
estas medias tejidas.

Simboliza la tranquila autosuficiencia de la vida en pobreza, la que sin embargo no resulta muelle.
Este verso es algo Wordsworthiano en su sencillez y llaneza. Casi no es poesía, casi lo es. Tabi son los calcetines japoneses, con el dedo gordo dividido.

No. 9
No estacional

Reina la paz
en todos los contornos.
Ni una palabra.

Este verso no nos conduce a parte alguna ni desarrolla el pensamiento del No. 8. Hace rodar la aparente falta de poesía del verso precedente en la vaguedad y la abstracción, los archienemigos de la poesía.

No. 10
No estacional

La aldea. A mediodía
soplan el caracol.

Se dice que era una práctica de las Sectas Tendai y Shingon ascender montañas y desarrollar ritos en las cimas. Cuando llegaba el mediodía, sonaban un caracol y los devotos descendían de la montaña.
La conexión con el verso previo estriba en que la ascensión se hacía en silencio. Este verso de Basho está diestramente añadido al No. 9, que parecía haber llegado a un camino sin salida. Como leímos antes, se puede ver fácilmente la diferencia de calibre poético de los cuatro participantes.

No.11
No estacional

Deshilachada
estera de dormir.
Ya tiene un año.

Está relacionado con la aldea del último verso, en conexión con el mediodía, cuando los moradores toman una siesta. También sugiere itinerarios por pobres posadas, y conduce al verso 14.

No. 12
Verano

Los pétalos del loto
cayendo de uno en uno.

Hay un estanque al lado de la posada, o del templo, o de la pobre casa campesina, y en sus aguas, súbitamente, caen los pétalos de las flores de loto.

No. 13
No estacional

Las escudillas
llenas con sopa de algas.
¡Vaya exitazo!

En el pequeño pabellón junto al estanque de los lotos, los huéspedes alaban el sabor de la sopa de algas. Basho otra vez devuelve al poema a la vida cotidiana.

No. 14
No estacional

Siete millas o más
aún faltan de camino.

Es decir, el sol está alto en los cielos, y debemos irnos, hay un largo trecho por delante.

No. 15
Primavera

También esta primavera,
el criado de Rodo
firme en su puesto.

Rodo, también conocido como Gyokusen, fue un poeta de la Dinastía Tang. Fue además Maestro de Té y escribió un libro llamado El Sutra del Té. Su sirviente es mencionado aquí como ejemplo de fidelidad. No va a su casa el día de asueto, sino que se mantiene trabajando. La conexión con la travesía del No. 14 es bastante leve.

No. 16
Primavera

Cortando los injertos
bajo brumosa luna.

La conexión con el verso previo: el sirviente en su trabajo, la vida continúa deslizándose en lo plantado. También, el diligente sirviente del poeta sale a la noche de luna para ver las cosas vivientes. El sirviente del poeta puede ser tan poético como su amo.

No. 17
Primavera

Junto a la artesa
de piedra ya musgosa,
cerezo en flor.


El esqueje ha florecido. La luna, brumosa, brilla en el agua de la vetusta artesa de piedra que se utiliza para lavarse las manos en el exterior de la galería.
Al mirar las flores del cerezo, la mente automáticamente se sosiega, no tanto por su belleza, sino porque esa belleza surge inconscientemente, sin propósito, siendo lo que es, sin disimulo o egoísmo.


Primera lluvia invernal (3)(?)

Primera lluvia invernal (4)

No. 31
Otoño

La puerta rústica:
al alforfón robado
dedica un waka.


Este poeta puede transformar todos sus problemas en poesía, viviendo en la ladera del Monte Hira a orillas del lago Biwa. 
Este es un waka de Chokei Sozu, compuesto al ver los bultos de trigo que su vecino le había robado:

El ladrón
Debió estar ataviado con un largo hakama
(Guardó el trigo en ambos lados-
Agarró los montones de trigo)
Y se escapó.


El fragmento entre paréntesis muestra un juego de palabras con soba wo torite. Hakama es una especie de falda-pantalón.

No. 32
Invierno

Vestido de algodón
en la tarde ventosa.


El poeta, que a través de la poesía se sensibiliza con la pérdida de los montones de trigo, también es sensible al frío, y se pone calientes ropas de invierno más temprano que los demás.

No. 33
No estacional

Duerme con otros,
y luego deja atrás
el hospedaje.


Bashô describe, tras sus muchos años de experiencia, la vida miserable de un itinerante maestro de poesía en el Antiguo Japón.

No. 34
No estacional

El cielo está rojo aún:
vaharadas de los fuelles.


Esta luz roja de una fragua es lo que ve el viajero cuando se levanta temprano en la mañana después de pasar una incómoda noche en el alojamiento. Algunos piensan que “tatara” no se refiere a los fuelles sino a algún lugar, al norte de Fukuoka. Puede ser mejor tomarlo meramente como un adjetivo ornamental, otra manera de decir “el cielo ardiendo”.

No. 35
Primavera

En el taller,
monturas de caballo.
Cerezo en flor.


Continúa con lo que ve el viajero en los suburbios de un pueblo: un taller artesanal donde se fabrican monturas.

No. 36
Primavera

Entre las hojas mustias
del níspero, los brotes.


Esto ocurre también en el jardín del fabricante de arneses. 
El poema concluye en primavera, con un detalle de dicha estación.
Si releemos una vez más el renku sin los comentarios, descubriremos que permanece casi tan oscuro como antes. 
Esto se debe, parcialmente, a la inherente dificultad de este tipo de literatura, a nuestra falta de entrenamiento y  a que leemos con demasiada rapidez. 
En todo caso, estamos en presencia de un tipo de poesía colectiva en la que podemos ver cómo asumían la vida y la poesía cuatro antiguos poetas japoneses. 
Una parte de su valor radica precisamente en aquello que no podemos asir, en lo subyacente, en la interpenetración de las escenas y del hombre y la naturaleza. 
Fue esta la visión que nos aportaron Basho, Buson e Issa. 
No sólo es el origen histórico del haiku, sino que influyó decisivamente en el haiku que escribieron ellos y los otros poetas que siguieron sus pasos. 
Cada haiku nos trasmite cierto tipo de fluctuación, que no es lo mismo que vaguedad. 
Esta fluctuación lo hace menos estático, menos limitado. 
Vemos las cosas en sus múltiples relaciones y, al mismo tiempo, las vemos como objetos únicos.


Fuente:
R.H Blyth: Haiku. Vol. 1. Hokuseido Press. Tokyo, 1947


Fuente:
http://jorgebraulio.wordpress.com/2009/08/07/un-renga-kasen-de-matsuo-basho/
http://www.elrincondelhaiku.org

2 comentarios:

  1. Muy interesante, Xaro.
    Gracias por presentarnos este hermoso ejemplo de renga-kasen, con un Bashô como ya veterano maestro, en compañía de sus ilustres colegas amigos.
    Estas 36 estrofas ponen de manifiesto esa peculiar manera de expresar poesía colectivamente. Es verdad, como dice Blyth, que nuestra mente no halla muchas veces la ilación requerida; nos desorienta esa aparente falta de conexión. Sin embargo, hay algo que resuena en el conjunto como una nota concordante que de algún modo oficia de nexo, de médula. Quizás, esta particularidad está dada, precisamente, por lo poético en toda su significación; esencial para sostener y avanzar en el renga. Creo que esta fórmula permite la distinción del estilo personal de cada participante sin perder de vista esa asociación de voluntades y afinidades que impone este género de poesía grupal.

    Me parece muy bello y completo lo presentado. Muchas gracias, amiga.

    Un gran abrazo desde mi octubre primaveral.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Juan Carlos, Jorge Braulio hizo un excelente trabajo, se le agradece enormemente su dedicación, Gracias profesor...

    Un gran abrazo

    ResponderEliminar